De camino al Pueblo de Belmez, pasamos por este pequeño bosque, un mundo de color otoñal que no veíamos desde el año pasado, a causa de las altas temperaturas que han estado haciendo. Fue como un oasis en un verano largo y engañoso, que nada tenía que ver con las fechas en las que nos encontrábamos. Por fin, un paisaje de verdadero otoño: contraste entre el verde y el amarillo, un regalo para nuestras vistas.
Recuerdo que siempre imaginaba lo que veía como si fuera una fotografía, pero cuando realmente la hacía, ésta no devolvía la imagen que yo tenía en mi mente, sino simplemente una imagen. Ahora tengo la oportunidad de poder transmitir lo que realmente veo gracias a Fran Medina, quien ha sabido transmitirme parte de sus conocimientos, y a mi gran amigo Julián, con el que día a día voy educando mi forma de ver y hacer ver a los demás lo que me rodea.
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