Y siguiendo con la necesidad de saber un poco más
de nuestra historia y de los pueblos que nos rodean, nos fuimos una mañana gris
hasta El Membrillo Bajo, un pueblo de Huelva que está más que abandonado.
Está arrasado hasta sus cimientos. Sus ruinas, invadidas por las plantas,
atestiguan lo que una vez fue una pedanía de Zalamea la Real, habitada por algo
más de 100 habitantes. Cada una de sus piedras tiene una fecha invisible
grabada: 1937. Ese año, en mitad de la Guerra Civil, el pueblo fue borrado del mapa,
incendiado y bombardeado por un grupo de milicianos de Falange y miembros del
Ejército. Los habitantes de El Membrillo huyeron a pueblos cercanos como la
misma Zalamea o El Membrillo Alto. Detrás dejaron a una quincena de vecinos
que, durante aquel año, habían sido torturados y fusilados o incluso pasados a
cuchillo por los fascistas.
Y es que la masacre, que terminó camuflándose
con en el drama general de la Guerra Civil, escondía su génesis en un pleito
por tierras que se remontaba al siglo XIX. Desde mediados de esa centuria, los
campesinos de El Mebrillo Bajo y los terratenientes de Zalamea habían litigado
por unas 150 hectáreas de monte.
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